Naciendo en casa

Click "Enter" to submit the form.

NUESTRO PARTO: Dolores (Loli), Gabriel, Ambar (6 años) y Maite (por Loli)

 

Hace un años atrás, a esta hora no sabía aún que en poquitos minutos el viaje estaría por comenzar… Un viaje que había sido pensado, deseado y preparado con mucho tiempo… Como todas las conquistas de deseos quizá, este estuvo también lleno de pérdidas. Pérdidas concretas, dos embarazos que se detuvieron, pérdidas simbólicas, aquellas partes de mí que tuve que dejar ir para vivir el parto de Maite como finalmente lo hice: dejar que suceda, permitirme a mi misma soltar los miedos, confiar en Maite, en mi cuerpo, elegir a las mejores personas para mí para que me acompañaran, aprender, informarme, posicionarme frente a una idea para luego hacerla acción. Apostar, vivenciar, creer casi a último momento que no iba a suceder y de repente el deseo otra vez haciéndose cuerpo en mí para mostrarme que ya estaba sucediendo lo inevitable, el nacimiento de Maite, empujando para salir, para venir a este lado del mundo. Sostenida por profesionales empáticas, profundamente humanas, decididas a hacernos saber a nosotras, las mujeres eternamente silenciadas en nuestras sabidurías, que nosotras podemos- sabemos – deseamos parir… Que nuestras hijas, saben- pueden… Nacen… Y que el mejor nacimiento que podemos darle es ese que se recuerda en el cuerpo como me pasa a mí ahora, a un año del nacimiento de Maite. Aún sigo sintiendo ese estallido de satisfacción, felicidad, enamoramiento, energía viva que me recorre el cuerpo.

Maite se tomó su tiempo para nacer, yo me tomé mi tiempo para parirla… 26 horas de trabajo de parto… Rumiante como buen toro que soy, conquistar los deseos me llevan tiempo. Es impresionante como una misma experiencia, la de parir, puede vivirse de tantos modos distintos, bueno, como todo en la vida…

Hubo dolor, si claro que lo hubo, hubo cansancio, hubo momentos sobre todo los finales donde creí que ya no podría estirar más el límite de mi propio cansancio. Sin embargo no es eso lo que queda en mí como recuerdo- vivencia – atravesada… Es la tranquilidad con la que atravesé las contracciones, la confianza en mí, la certeza de saberme bien acompañada, bien pensada, y bien querida por mi círculo más cercano. Es la gratitud infinita de saber que pude, de ver aparecer su cabeza saliendo de mi cuerpo, de verla llegar, de esperarla en la habitación, de dormirme con ella en brazos, así… Como lo hacemos hoy… De despertarme a las horas, aún alucinada del momento vivido. Y seguir en ese viaje de amor durante días y días. El primer abrazo con su hermana. Ellas, mirándose. Los brazos de su padre barbudo.

Y los tres compartiendo la infinita alegría que nos atravesaba con el mundo. Lo deseamos, tomamos decisiones, las propias, muy nuestras, a nuestro modo elegido, consensuado, siempre sabiendo que en toda decisión se apuesta, se arriesga, se pierde: no podía haber habido después de esto otro final / comienzo… Una pequeña llena de luz, de alegría, de deseos de conocer, dulce, yendo por lo que quiere, conquistando el mundo, enseñándonos a ser familia de cuatro.