Naciendo en casa

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NUESTRO PARTO: Aylen, Julian y Úrsula (por Aylen)

 

Nace Úrsula. Renace Aylén.

Para llegar al día del parto, tengo que empezar por el principio.

Basta con decir que fui víctima de abuso sexual a los 16 por un extraño en la calle, que mi familia está llena de historias violentas para entender las razones que me llevaron a ser una persona super insegura y con miedos. Y que al conocer de mi embarazo, se multiplicaron por mil. No quería volver a sentirme abusadada ni maltratada por extraños y mucho menos mi bebé. Era lo único que tenía claro entre tantos sentimientos revueltos.

Empezamos los controles en institución pero siempre saliendo con un sentimiento de angustia y falta de contención.

Los primeros meses nos informamos un montón y llegamos a la conclusión de qué era lo que estábamos buscando para el gran día. Y así fue como llegamos a Ana Becú y Caro Waldner. Los controles con ellas duraban dos horas, entre mate y charla. Nos despejaban nuestras dudas y cuestiones y me hacían sentir cada vez con más confianza. Y así fue como pasamos las últimas semanas super relajadas.

El día que cumplimos 38 semanas, arrancamos perdiendo el tapón. Ahí ya empecé con la verdadera ansiedad. Caro y Ana venían a hacer los controles a casa ya y todo estaba en orden. Era cuestión de esperar.
Semana 39, Julián tuvo que ir a la oficina y a hacer trámites. Hacía varias semanas que se quedaba en casa para no dejarme sola pero como ese día venía mi mamá a ayudarme a limpiar, le dije que aproveche para ir. Se fue a las 8 maso y yo me levanté al baño 9 y media. Había dormido unas 4hs en total esa noche. Cuando salgo del baño me empieza a dar dolor menstrual. Una molestia apenas pero de a poco iba aumentando. Llega mi mamá al mediodía y ya era dolor de espalda que iba y venía. Aviso a Caro, Ana y Julián por las dudas, aunque no eran regulares. Venían cada 7, 9, 4 min. Traté de dormir una siesta pero el dolor era cada vez más molesto. A las 6 Julián me avisa que estaba saliendo para casa. Le pedí que me compre una bolsa de agua caliente para la espalda, sentía que el calor me iba a aliviar. Le dije a mi mamá que se fuera total él ya estaba viniendo, así me acostaba un rato. A todo esto ya me había hecho la idea de que todavía no era el día. Como no eran contracciones regulares, capaz se iban después…

Llega Julián y nos quedamos acostados. Las contracciones eran cada vez más fuertes y le pedía que me masajee la espalda cada vez que venía una. Ya no podía evitar quejarme del dolor, me salía vocalizar “aaaaahhhhh” en cada contracción. Ana nos aconsejó probar la ducha y ahí veo que tenía más tapón mucoso saliendo. El agua fue un alivio enorme, lástima que el agua caliente no dura mucho en casa jaja. Empecé a caminar, me sentaba en la pelota, me colgaba de la cama pero no encontraba manera. Julián empezó a contar las contracciones y eran cada minuto y medio. Les avisa a las chicas y Caro le dice que si yo quería podía venir a ver como estaba. Le digo que no, que no hace falta… siempre tratando de no hinchar… pero a los 5min le grito que les diga que vengan. A los 10 min rompo bolsa. Me asusto y salto de la cama como puedo. Me quedo sentada en la punta de la cama. No quería que nada me toque. Automáticamente las contracciones se volvieron sensación de “hacer caca” y todo fue mucho más intenso.

Al toque llega Caro y nos controla a las dos. Todo venía bien. Julián le avisa a mi amiga Ashe para que venga. Ella iba a sacar fotos y acompañar también. Caro me trae el banquito de parto para que me siente y de repente ya no me dolía tanto, estaba más tranquila. Necesitaba que me dijera “de hoy no pasa, hoy nace” para realmente caer en que estaba todo en marcha. Llega Ana y me ayuda a moverme un poco. Cuando llega Ashe yo estaba colgada de Caro con Ana moviéndome la cadera a los lados. Julián terminó de preparar la pileta en el comedor y me acompañaron para meterme. Ashe había llenado de lucecitas el ambiente. Cuando lo vi me dio una sensación tan cálida en el pecho que no sé explicar, de repente mi comedor era un lugar soñado.

Ya en la pile el agua caliente me aliviaba. Los gatos y Lila venían a ver que estaba pasando pero sin invadir. Julián me abrazaba. Yo estaba en otro mundo. Ana me decía despacito que me deje llevar, que me entregue. Cambié de posición dos veces en el agua. En un momento me da una tela para tirar y hacer fuerza. Cuando veo, Julián la estaba sosteniendo.

Lloré, me acalambré, grité, mordí la tela, me toqué y la sentí… que sensación increíble. Todo se vuelve mucho más real e inminente. Para mí fue un antes y un después, ya no era mi panza y algo que me patea por dentro, era mi bebé haciendo su camino para llegar a este lado del mundo.

Salgo de la pileta y vuelvo al banquito. Julián seguía sosteniéndome con la tela. El dolor, la ansiedad, el miedo y las ganas de verla y abrazarla se mezclaban en mi cabeza. Caro me dice que me suelte, que no tenga miedo, que del otro lado está mi bebé.

Empieza a salir la cabecita y no lo podía creer. Faltaba tan poco… tantos meses de espera, de cuidarla adentro mío, de soñarla y finalmente ya casi estaba ahí. Y el dolor, el fuego, la fuerza y de vuelta el miedo… y si no soy suficiente para ella? Y si no puedo protegerla de toda la mierda de este mundo?

Pero ahí me hizo saber que ella es fuerte, no necesite hacer fuerza yo para que salga el resto, ella lo hizo sola, yo solamente acompañé y en un instante, su cabeza estaba afuera y al segundo Caro la recibía y me la ponía en el pecho mientras Ana la envolvía en toallas calentitas.

A partir de ahí todo fue alegría y amor. Julián lloraba, Ashe lloraba, Úrsula lloraba. Y yo lloro ahora y cada vez que lo recuerdo. A los 10 min en un pujo alumbré la placenta y de ahí fuimos a la cama. Nos revisaron con mucho cuidado y delicadeza. Ella estaba perfecta y yo también, ni un desgarro tuve.

Cuando dejó de latir el cordón, Julián lo cortó y Ana guardó la placenta en la heladera. Tomamos mates y comí torta mientras jugábamos a adivinar el peso de Úrsula mientras Ana la pesaba. 3,400kg.

Nació 5.35 am, yo no tengo registro del tiempo desde que Julián llego a casa esa noche. Pero desde esa hora hasta el día de hoy, un mes y medio después, no nos separó nadie. Estamos juntas, en casa. Ella super sana y yo totalmente recuperada. Conociéndonos, reconociéndonos los tres juntos a pura teta, mimos, amor y falta de sueño jaja.

Siento que esta experiencia me ayudó a sanar todo el dolor adentro mío, me mostró una fuerza que no sabía que tenía y un amor que no para de crecer.

Agradezco infinitamente a estas dos mujeres por acompañarme/nos en esta experiencia, la más maravillosa de mi vida. Por cuidarnos dejando que nuestros cuerpos, el de mi hija y yo, puedan trabajar juntos en nuestro tiempo y forma.

Finalmente, después de tanto, puedo afirmar que soy feliz.