Naciendo en casa

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NUESTRO PARTO: Agus, Gabi, Tomas (Toto 3 años) y Olivia. (Por Agus)

 

Era domingo 30 de junio, mi tribu hermosa de mujeres que me acompañan desde que renací con Toto, habían preparado un bello y sentido ritual para empezar a despedir esa etapa de panza y gestación. La pasamos muy bien, y no faltó el clásico té de chocolate, las intenciones, un pequeño altar y corona de flores… porque ante todo, brujas.
Si bien la fecha estaba cerca, yo insistía con que aún me faltaba. Sentía que faltaban días, incluso tal vez semanas. Luego de esto, confirme que mi 6to sentido es muy pobre.

Volviendo a casa todo parecía seguir su curso. Caía la noche, estábamos con Gabi y Toto en casa como casi siempre para ese día y esa hora. Pizza mediante y viendo la tele, empecé a sentir unas molestias, similares al dolor premenstrual. Me mantuve atenta pero seguí la noche, casi con normalidad. Recuerdo no haber podido terminar la pizza, cosa muy extraña en mi, lo que hizo encender una pequeña alerta. Estaba tranquila. Recuerdo que Gabi me dice contento que finalmente nacería en julio, como él quería por una cuestión escolar que me costó entender y aún, me parece una boludez. Pero fue una linda nota de color para “el profe”.

Al rato nos fuimos los tres a acostar. Gabi y Toto, también como casi siempre, se durmieron apenas apoyaron la cabeza en la almohada luego de leer un cuento, que lamentablemente no me acuerdo cual fue. En cambio yo, o más bien nosotras, nos quedamos dando vueltas en la cama. Sentía un poco más de molestias y una imposibilidad de dormir muy extraña para mi. Decido ir a darme una ducha a ver si eso ayudaba de alguna u otra manera. Me saqué una foto en el baño, pensando que podría ser mi última vez con panza (recordé que mi amiga Pau hizo lo mismo) y me dio nostalgia. No se si volveré a gestar, pero de esa panza me estaba despidiendo y tal cual fue toda la gestación, sentí una emoción muy grande.

Volví a la cama y no había caso. Me resultaba incómodo estar acostada, así que decido dejar de hacerme la boluda y entender que Olivia se estaba preparando para nacer. Esa mezcla de emoción y algo de nostalgia por dejar de ser 3, sentimiento que también me acompañó a lo largo de toda la gestación. Le di un beso a Toto, le dije que lo amaba y me levanté.

Estábamos empezando la semana 39. Si bien teníamos la mayoría de las cosas preparadas, otras no. Para mi, aún faltaba. Fui al living y empecé a armar la escena: el altar de parto, algunos carteles que tenía de mi despedida de panza, la pelota, prepare algunas luces y me baje la app para contar las contracciones.

Al rato, voy a despertarlo a Gabi para que podamos compartir estos primeros momentos. Ya necesitaba algo de compañía, o al menos que alguien supiera en qué andábamos con Olivia. Entre dormido y sorprendido, se levanta y recuerda que no habíamos puesto los burletes en los ventanales y hacía mucho frío. El se pone con eso, mientras yo transitaba las contracciones en la pelota, con algo de mùsica y tranquilidad. Luces bajas y el hornito de mi amiga Flor que también me acompañaba con un rico aroma. Sentía de a poco entrar en el mundo parto, me sentía contenta, confiada, estaba emocionada por lo que vendría, parir en casa, en paz. A todo esto Toto, dormía plácidamente. Aún no sabíamos cómo manejar su presencia o ausencia. Fue algo que dió vueltas en mi cabeza mucho tiempo. Decidimos que fluya y confiamos en que en ese momento, sucedería lo correcto.

Empieza a amanecer y la luz me molestaba mucho, por lo que decido ir al cuarto de Toto (donde por supuesto que no dormía) que se podía bajar bien la persiana y con la estufa se armaba una linda cueva. Justo lo que necesitaba. Calor, oscuridad, silencio y soledad.

A eso de las 10 de la mañana, Gabi me pregunta si quería que avisemos en el grupo que teníamos con las parteras y doulas. Le dije que sí, y que vayan viniendo. Las contracciones eran bastante dolorosas y seguidas aunque no las recuerdo rítmicas. Eso me daba la pauta de que aún faltaba, pero estábamos encaminadas. Si bien seguía muy confiada, algo me hizo necesitar que ese grupo de mujeres esten conmigo. Creo que había algo de la energía femenina que me faltaba, y que quería cerca.

Fuimos un equipo, un gran equipo. Primero llegó Agus Doula, luego Ana Partera, más tarde Caro Partera y por último Ana Doula. Por momentos, sentía que cada una entraba al cuarto, de a ratos, a ver como estaba. No hablábamos. Solo me hacían saber que estaban ahí, y luego se iban. Recuerdo que la primera vez que entra Ana Partera a la cueva, me pregunta si quería escuchar los latidos, le dije que no lo sentía necesario. Me preguntó si la sentía moverse, y si, un montón, así que no hizo falta.

Entre contracción y contracción, me dormía (leí esto en muchos relatos y lo creía imposible). Estaba acostada sobre la cama o arriba de la pelota, y cuando sentía que venía la contracción, me imaginaba un mar con una ola inmensa que crecía y crecía, y luego iba bajando. Esto me daba una linda sensación, saber que tiene un principio, un pico y un fin, como las olas.

Ya no recuerdo bien los horarios en los que pasaron las cosas, pero en algún momento Gabi me avisa que Toto se había levantado. Le había explicado que ya estaba el equipo, que yo estaba en su cuarto ayudando a Olivia a nacer, como tantas veces le habíamos contado y leído en cuentos. Me cuenta que estaba desayunando en el sillón, viendo los dibus y… con fiebre. El plan entonces, sería preguntarle a él si quería quedarse en casa o irse. Responde sin dudarlo que quiere irse a lo de los primos. Era pasado el mediodía cuando mi mamá, volviendo de su trabajo lo pasa a buscar y se van a la casa de mi hermana (que de casualidad estaba ahí porque Pedro, también tenía fiebre y no había ido al jardín. Definitivamente, había que soltar ese tema porque se acomodaría solo).

Gabi me avisa cuando llega mi mamá así puedo despedir a Toto. Realmente lo sentía como una despedida, un antes y un después de ese saludo. Le cuento que con Oli estábamos trabajando mucho, como Hulk, para que nazca. Le dije que lo amaba y que nos veríamos más tarde. Quería decirle más cosas (porque soy así de densa), pero vino otra contracción que me dejó sin aliento, y tuve que volver a la cueva porque sentí que no estaba bueno exponerme frente a él en ese transe. Mientras que Gabi bajaba con Toto, alguna de las chicas me avisa que la pileta estaba lista, por si la necesitaba. De una, pensé. Me hablaron tan bien de la ayuda del agua en este momento, que sentí sería un gran alivio. No fue tan así en mi experiencia, aunque me ayudó mucho a activar un poco, cambiar de aire, contexto.
Recuerdo, ahora por una foto, que nos quedamos un rato al lado de la pileta, con Gabi, abrazados, en movimiento. El me sostenía. Decido entrar. Me gusta la sensación y el calor del agua. Algo se afloja, aunque en ese momento, nada me confortaba demasiado. Las contracciones estaban, creo, en su punto álgido. Parejas, duraderas, dolorosas. Pero yo seguía muy metida en lo mío, lo nuestro. Recuerdo el dolor y la queja por momentos, pero con mucha seguridad. Gabi, que me sostenía la mano desde afuera, se quiebra. No recuerdo bien por que fue, pero si que hablamos de Toto. Como siempre, nuestro ser más preciado (aunque ya eran dos).

Ana Doula me ofrece un vaso con jugo de naranja y frutos secos, sin preguntar, ni hablar. Son esos detalles que hacen realmente a la diferencia en un parto. Tomo el jugo de un saque, ahí me doy cuenta que tenía sed y no había tomado ni comido desde la noche anterior. Como también lo que me ofreció y vuelvo a mi mundo.
Pasa el tiempo, pasan las contracciones y como nota de color, siento unas ganas incontrolables de hacer caca. Me conecto con el mundo, y le pregunto a Caro Partera, como hacía. Me responde “hacé”. “Acá?” le respondo pensando, no puedo cagar en el agua y quedarme acá. Y me retruca, “bueno, podes ir al baño también”. El solo hecho de pensar en moverme hasta allá, me hizo relajar y hacer caca ahí, donde estaba, donde me quedaría y donde recibiría a mi hija. Se me viene a la cabeza la imagen de Caro, “pescando zoretitos” con el colador plateado. Perdón lo escatológico, pero soy escatológica y mi parto no podría ser de otra manera.

También recuerdo mucho a Agus Doula, haciéndome masajes en el sacro y cerrando caderas desde afuera, era un alivio inmenso.

En algún momento siento que Gabi me abraza, desde adentro del agua. No pidió permiso ni preguntó. Lo sintió y entró a acompañarme desde ahí. Supongo que de alguna manera, sintió que su lugar era ese. Y yo también.

No había posición que me resultase cómoda, el parto no es cómodo, claro. Requiere de esfuerzo, concentración, y sobre todo, entrega. En algún momento, Ana Doula me susurra que me abra, que deje de hacerme bolita para atravesar las contracciones, que me expanda. Y cuando por fin, algo en mi se soltó y me entregué, Olivia coronó. Me ofrecen un espejito para poder verla, pero no veía nada. No podía ni enfocar la vista. Pero si la toqué, la sentí, le hablé. Le dije que la estaba esperando, que me ayude porque ya estaba bastante cansada. Creo que por esos momentos, Ana Partera me pide permiso y escucha los latidos de Olivia. Volví a conectar con el mundo para preguntarle a Caro Partera (a quien tenía agarrada de la mano y le pedía perdón entre contracciones por lo fuerte que la apretaba), si podía atravesar las contracciones sin pujar porque me sentía realmente agotada y que eso, no servía. “Vos hace lo que sientas”. La no respuesta pensé, pero claro, es tan simple como eso. Hacer lo que sienta y quiera, sucede que no estamos muy acostumbradas a eso. En ese momento, si bien seguía sintiendo dolor, realmente entre en un estado que no puedo describir. Fue alucinante. Aún semi sentada, sostenida por Gabi desde atrás, empecé a vocalizar cada contracción, cada ola, sin hacer fuerza. Tras varias y varias contracciones (esta parte si se hizo larga), anillo de fuego y logra sacar la cabeza. En ese momento me sentí fantástica, conecte con el mundo y me llene de fuerza para terminar de recibirla. Sentir que ya estábamos en la recta final. Volví a tocarla, aún recuerdo esa sensación de pelo suave, graso y mojado. Habrán sido un par de contracciones más y salió, a eso de las 16hs, envolviéndome en una sensación de alivio absoluto, de placer, de al fin tenerla en mis manos. Me doy cuenta en ese momento que tenía una vuelta de cordón que no pude sacarle y en un pedido un tanto desesperado, Caro Partera muy amorosamente lo resuelve. La levanto, la miro y la abrazo. Llora ella, bajito, lloramos con ella. No lo puedo creer, que alucinante fue todo. La miro a Ana Doula y recuerdo decirle eufóricamente “pude Ana, pude”.

Cuando me estabilizo un poco, salimos del agua y directo al sillón (que lindo estar en casa). Cambio de toallas mediante, la pongo en la teta y nos quedamos así por un ratito, charlando. Yo, agotada. Pero Caro Partera me recuerda, “aún no termino el parto Agus”. Claro, la placenta. Viene una contracción, dolor otra vez, pujo y pasa. Realmente no daba más. En ese momento Caro Partera me sugiere que sostenga firmemente el cordón para ayudar un poco, le pido que lo haga ella. Una contracción más y salió. Hermosa, enorme, viva. Otra sensación de alivio extremo, como que de pronto me vacié, pero a la vez, tenía todo conmigo. Ana Partera ofrece a Gabi cortar el cordón que, entre dudoso y temeroso, accede. Ahora sí, una etapa concluía.

Al rato me pongo algo de ropa, y nos vamos a la cama, abrazadas a descansar. Entre teta y teta, le hacen los controles a Olivia y revisan que todo esté bien en mi cuerpo también. Ana Doula se ofrece a prepararnos algo para comer y claro que si, otra vez me doy cuenta que muero de hambre y de sed. Ahí estábamos, las dos y Gabi, comiendo milanesas con ensalada, en la cama, con nuestra bebé. Al rato también (no recuerdo de tiempos), vuelve Toto que no solo seguía con fiebre sino que había vomitado de camino a casa. Todo pachucho, la mira a Olivia, me ignora a mi y se duerme a upa de Gabi, creo, hasta el otro día.

Mientras, las chicas terminan de acomodar un poco la casa, y se van.
Ya está, somos cuatro.

Nunca supe cuando perdí tapón mucoso, ni cuando rompí bolsa, ni cuantos cm de dilatación llevaba. Nunca me ofrecieron un tacto, ni lo pedí. Nunca pregunté la hora ni me hablaron de tiempos. Nunca pensé en un traslado (incluso casi un año después, me doy cuenta que no armamos el bolso ‘por las dudas’). Son esos datos, valores, números que no importan si todas estamos tranquilas, sin miedos, en un contexto agradable, cuidado y saludable. El parto es fisiología pura, maravillosa y hermosa, si no la intervenís cuando no es necesario. Nunca sentí que me molestaran. Nunca me enteré de los pormenores. Todas y Gabi estaba ahí para nosotras, para cuidarnos y acompañarnos.

Uno y mil partos más, volvería a elegir a este equipo. Y realmente les estoy eternamente agradecida por el respeto, el amor, la dulzura y el profesionalismo con el que me trataron. Entendí una vez más, que no hubo una intervención de más porque no fue necesario, porque el camino se hace antes, en los encuentros, en el trabajo personal que, a mi criterio, es indispensable hacer durante una gestación.